La abanderada de los humildes falleció el 26 de julio de 1952, a los 33 años. Su deceso marcó para siempre la historia argentina.
El 26 de julio a las 20:25 horas falleció Eva Perón. Su deceso marcó para siempre la historia argentina. Hoy, 71 años después, sigue vigente su legado.
Días previos a su muerte, ya en todo el país, millones de personas hacían altares y capillas para rezar por su salud. Muchos venían de las provincias para darle distintos obsequios en su residencia.
El 20 de julio, la CGT armó un altar en el Obelisco y convocó a una movilización para rezar por Eva, en la que participaron más de un millón de personas.
Evita arengaba a las mujeres a que se metieran en política. Y, según el propio Perón, una de sus últimas palabras fue que siempre sea fiel a los pobres, que nunca los abandone.
Sectores que la odiaban profundamente escribían en distintos muros de la ciudad ‘Viva el cáncer’ y le deseaban la muerte a través del odio. Y esto fue así porque no se puede explicar el peronismo sin el antiperonismo, un fenómeno que se profundizó y se consolidó con la muerte de Evita.
Una de las cosas que más odiaban era que Evita peleara por los pobres, que sea mujer, que sea insolente y que se rebele. Quienes la adoran y la reivindican, lo que más valoran es el concepto de justicia social: la lucha por el derecho de la mujer al voto, que haya fundado el partido peronista feminista, que se haya enfrentado al imperialismo.
Hoy, 71 años después, vemos que su figura sigue vigente. Por ejemplo en las juventudes, que amplían el concepto de justicia social y lo llevan a otros lados como a lo ambiental, la ampliación de derechos, de tener nuevas conquistas sociales.
También sigue vigente en las nuevas derechas, que atacan su figura para estigmatizar a los sectores populares, para justificar el intento de magnicidio que sufrió Cristina Kirchner, y confrontar con cualquier tipo de condición que permita a las mayorías un mayor bienestar social y político.
Evita también puso en el centro algo que molestaba profundamente a las élites: que un trabajador, un descamisado, pudiera sentirse orgulloso de su condición y tener los mismos derechos que podía tener el más burgués o el más oligarca.