Durante la audiencia del 6 de octubre en el juicio por el esclarecimiento del asesinato del beato Wenceslao Pedernera, fue el momento de los alegatos de la querella que representa al Obispado de La Rioja y la familia Pedernera.
Los alegatos de la querrella estuvieron a cargo de los abogados Ramiro Fresneda y Mirta Sánchez.
Al finalizar su intervención, Sánchez leyó una carta enviada por el obispo de La Rioja, monseñor Dante Braida, quien no se encuentra en la provincia por estar participando de la asamblea sinodal.
El prelado riojano consideró: “La causa de Wenceslao Pedernera constituye una deuda de la sociedad argentina. Su asesinato nos interpela fuertemente. Afrontar su debate judicial en plenitud y dar una pena justa a los responsables de su muerte significan hacer justicia a los dirigentes nobles y generosos que arriesgaron y entregaron su propia vida por una Patria más justa y fraterna, que contribuyeron a forjar su desarrollo en paz y sin recurrir nunca a la violencia”.
“Si la declaración de martirio de Wenceslao, suscripta por el Papa Francisco el 8 de junio de 2018, y su beatificación el 27 de abril de 2019, constituyen para la Iglesia un justo homenaje y el reconocimiento de la nobleza de sus ideales en total sintonía con el Maestro Jesús, es necesario que el Estado pronuncie su palabra definitiva, que haga justicia a Wenceslao y a su familia, y ponga fin a un largo silencio e inacción que nos avergüenza”, planteó.
“Cuarenta y siete años después, se salda esta deuda, esclareciendo los hechos y circunstancias de un crimen que nos sigue doliendo y clama por la verdad de lo acontecido y por las responsabilidades que pudieran corresponder a sus homicidas”, sostuvo, y concluyó: “¡Gracias, gracias querido Wenceslao! Descansa en paz, la justicia ha alcanzado tu verdad”.
La carta
La causa de Wenceslao Pedernera constituye una deuda de la sociedad argentina. Su asesinato nos interpela fuertemente. Afrontar su debate judicial en plenitud y dar una pena justa a los responsables de su muerte significan hacer justicia a los dirigentes nobles y generosos que arriesgaron y entregaron su propia vida por una Patria más justa y fraterna, que contribuyeron a forjar su desarrollo en paz y sin recurrir nunca a la violencia.
Wenceslao, en primer lugar fue un hombre de bien. Deja su tierra natal, San Luis, para radicarse en Mendoza donde forma una hermosa familia. Allí vive de su trabajo como obrero rural. Y es allí donde se encuentra con el Evangelio, la Buena Noticia de Jesucristo, y decide seguir ese camino con gran convicción interior, integrándose a la pastoral de una comunidad y luego al Movimiento Rural de la Iglesia católica. En coherencia con esa opción de fe es que asumirá mayores compromisos sociales y comunitarios que luego lo llevarán a trasladarse, junto a su familia, a La Rioja para servir a un pueblo que veía con muchas carencias y, al mismo tiempo, con muchas potencialidades. El obispo Angelelli los recibe con gran hospitalidad y les ofrece integrarse a la labor pastoral en la zona rural de Chilecito. Sus convicciones evangélicas, vividas en un ámbito eclesial concreto, lo llevaron a un claro compromiso en la lucha por un trabajo bien remunerado para todos, la promoción del cooperativismo y la justicia social. Este compromiso le trajo incomprensiones y contrariedades hasta el punto de buscar acallar su valioso testimonio quitándole la vida. Por eso vemos en su muerte un claro odio a la fe cristiana-católica, odio que se manifestó también en la persecución de muchos cristianos laicos, sacerdotes, religiosas y religiosos.
Sin embargo como el corazón de Wenceslao estaba lleno de Evangelio, como su Maestro Jesús, muere perdonando a los asesinos y pidiendo que no odien. Con esta actitud corona un claro camino de unidad entre fe y vida, una fe sencilla y humilde y, al mismo tiempo, valiente y comprometida hasta las últimas consecuencias.
Pero, como bien lo enseña el papa Francisco, “La misericordia no es contraria a la justicia, sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una posibilidad adicional de arrepentirse, convertirse y creer.” Y agrega: “Esto no significa devaluar la justicia o hacerla superflua, al contrario. Quien cometa un error deberá cumplir la pena. Sólo que éste no es el final, sino el comienzo de la conversión… Dios no rechaza la justicia.”1 Si la declaración de martirio de Wenceslao, suscripta por el papa Francisco el 8 de junio de 2018, y su beatificación el 27 de abril de 2019, constituyen para la Iglesia un justo homenaje y el reconocimiento de la nobleza de sus ideales en total sintonía con el Maestro Jesús, es necesario que el Estado pronuncie su palabra definitiva, que haga justicia a Wenceslao y a su familia, y ponga fin a un largo silencio e inacción que nos avergüenza. Cuarenta y siete años después, se salda esta deuda, esclareciendo los hechos y circunstancias de un crimen que nos sigue doliendo y clama por la verdad de lo acontecido y por las responsabilidades que pudieran corresponder a sus homicidas.
¡Gracias, gracias querido Wenceslao! Descansa en paz, la justicia ha alcanzado tu verdad.+