Las consecuencias van desde la depresión hasta el estrés postraumático. En el Día Mundial en Recuerdo a las Víctimas de Tránsito, la importancia de la detección temprana de estos cuadros para un abordaje específico y resiliente.
Desde que fuera propuesto por la Asamblea de las Naciones Unidas en 2005 por Resolución 60/5, el tercer domingo de noviembre de cada año, se conmemora el Día mundial en recuerdo de las víctimas de los accidentes de tránsito.
Los días internacionales de la salud son fechas conmemorativas que buscan llamar la atención y concientizar. En el caso de la llamada accidentología vial, dada la magnitud del fenómeno y las consecuencias concretas en la salud de las víctimas así como en la de sus allegados, es considerado un importante y preocupante tema de salud pública.
En la Argentina, la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) que es el organismo gubernamental encargado de la seguridad vial, publica anualmente un informe con las estadísticas de todos los siniestros ocurridos en el país.
Los datos de la ANSV para el año 2022 indican que se produjeron 30.000 accidentes de tránsito en Argentina, que dejaron un saldo de 6.000 muertos y 100.000 heridos. La tasa de mortalidad por accidentes de tránsito en Argentina es de 13,2 muertes por cada 100.000 habitantes.
En el mundo, la Organización Mundial de la Salud (OMS), publica el informe anual de seguridad vial (Global status report on road safety 2023) donde informa que se producen 1,35 millones de muertes por accidentes de tránsito cada año, y esto representa el 2,5% de todas las muertes en el mundo. El número de heridos se calcula en aproximadamente 50 millones, demostrando la magnitud del problema.
Esto nos da la idea de la problemática, pero debe multiplicarse exponencialmente por la cantidad de heridas, lesiones y discapacidades definitivas. Todo esto, sin embargo, tiene un aspecto menos difundido y es el de las consecuencias para la salud mental de los sobrevivientes, así como los que vemos en los familiares de víctimas fatales o con discapacidades importantes.
Diversas investigaciones han mostrado las consecuencias en cuadros en trauma psíquico y otros de los accidentes viales. Así un estudio de 2020 llamado “Resultados de salud mental en supervivientes de accidentes de tráfico” del European Journal of Public Health (Mental health outcomes in road traffic accident survivors: prospective cohort study) , encontró tasas importantes de cuadros traumáticos (PTSD-TEPT) y depresión.
Otro estudio de mayor magnitud, metaanalítico, encontró tasas muy altas de estrés agudo que a pesar del nombre que puede llevar a la confusión es un cuadro traumático con consecuencias clínicas muy importantes.
La percepción del riesgo de vida ligada al accidente, influye notablemente en la continuación y gravedad de diversos cuadros traumáticos, así como los de índole fóbica y depresivos.
En cuanto a los cuadros traumáticos y su componente fóbico, y en particular a las fobias asociadas cuando la patología no es diagnosticada y tratada a tiempo, hay cuadros que llegan a generar una limitación vital, que puede llevar a la incapacidad por causa psiquiátrica, con personas que nunca más pueden volver a recuperar su capacidad vital previa, parcial o en algunos casos que toma todas las áreas de su vida, laboral, social etc. Allí los elementos comunes a los cuadros traumáticos como comportamientos evitativos, cambios en las respuestas emocionales, memorias intrusivas, pesadillas recurrentes, o ideación negativa, se expresan de múltiples maneras.
El resultado de este fenómeno que observamos diariamente, en las ciudades predominantemente, tiene un impacto duradero y multifacético. De la misma manera que las evoluciones mórbidas estarán relacionadas con las características previas, en cuanto a otros episodios y a la propia resiliencia individual, se observan frecuentemente menores niveles de autoestima, y confianza respecto a la posibilidad de realizar otras tareas, o acometer proyectos, aumento de la sensación de soledad o la realidad por causa del aislamiento, hasta episodios de ideación suicida.
Al mismo tiempo, estos factores predictores e indicadores de evolución traumática se incrementan cuando las secuelas físicas la pérdida de capacidades y/o el dolor crónico son de magnitud significativa, llegando a ocupar una parte sustancial de la vida de los individuos, en términos concretos, a causa de tratamientos médicos y quirúrgicos, a los que se agrega el cuadro psiquiátrico consecuente a ese dolor crónico.
La dificultad para retomar las actividades sociales, o de trabajo, estudio, y en particular en algunos casos la limitación que supone que por temor no vuelven a poder conducir un vehículo supone más y más limitaciones vitales.
Sumado al impacto directo en sobrevivientes se encuentra el impacto traumático vicario secundario, en familiares de víctimas, fallecidas o no. En este caso se comprueban en la práctica también reales cuadros traumáticos en los cuales en algunos casos la sintomatología se repite respecto a las víctimas directas, al cursar con ellos los procesos de salud y los extensos tratamientos médico-quirúrgicos.
A esto hay que agregar algo muchas veces no tenido en cuenta, pero que vemos en la práctica médico legal y es la iatrogenia judicial, en la cual la persona se concentra en el proceso judicial esperando recibir alguna especie de resarcimiento, que nunca llegará a serlo, porque en la eventualidad será económico, pero no subsana las consecuencias ya sufridas.
Procesos judiciales extensos por años muestran frecuentemente una interrupción vital anteponiendo la prosecución legal a la de la recuperación de la salud física y mental y a la constituida de la vida misma.
En cuanto a las posibilidades de tratamiento, más allá de las específicas en cuanto a lesiones, en el ámbito de las secuelas psíquicas, la clave está en la detección de cuadros en una etapa temprana y un abordaje específico.
Las terapias frente a los cuadros de trauma psíquico han avanzado mucho en las últimas décadas y se trata no solo de poder abordar el cuadro en sí mismo y la existencia completa y la historicidad del individuo, sino acompañarlo a atravesar de una manera resiliente el trauma. En ese contexto las experiencias son buenas y esperanzadoras con nuevos modelos terapéuticos que avanzan en ese sentido.
El abordaje del núcleo secundario de afectados por el cuadro traumático también debe ser tenido en cuenta ya que no solo tiene impacto en la persona sino que puede redundar en una mala evolución de la víctima primaria.
En conclusión, los llamados accidentes de tránsito que en algunos casos revisten figuras penales más cercanas al homicidio, o a la tentativa del mismo, tienen muchos paralelos con otras circunstancias en las cuales el individuo ve su vida en peligro de manera concreta. Desgraciadamente en algunos casos es efectivamente así.
Dada la modalidad y quizás la frecuencia no se les da a veces la importancia que tienen, pero generan un grado de pérdida en la vida de las personas muy significativa. Al mismo tiempo todas las medidas de tipo socio-político que se puedan establecer al respecto, al igual que estas jornadas de concientización, nos ayudarán a avanzar en la reducción de este real problema de salud pública.