Después del nacimiento de un hijo, toda la atención suele centrarse en el bebé, y las madres quedan en segundo plano. Qué hacer para recuperar el espacio propio con pequeños cambios y cuáles son los beneficios de este comportamiento.
Los primeros meses de la maternidad son una etapa tan transformadora como desafiante. Para muchas mujeres, es un periodo cargado de emociones intensas, cambios físicos profundos y una constante adaptación a un nuevo rol. Las noches se hacen largas, el cansancio se acumula, y la vida parece girar en torno a las necesidades del bebé que, de repente, ocupa el centro de todo.
Sin embargo, en medio de esa vorágine del posparto, el bienestar de la madre, que también atraviesa su propio proceso de recuperación y ajuste, se vuelve fundamental. No es fácil encontrar tiempo para una misma cuando el llanto del bebé irrumpe en las pocas horas de sueño, pero es en esos pequeños momentos de pausa donde se esconde el verdadero autocuidado. El desafío es cómo empezar a implementarlo.
“Ser madre no significa olvidarse de una misma”, afirma Edith Vega, doctora en psicología y asesora de la carrera de posgrado de especialización en psicología perinatal de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en diálogo con Infobae.
Y sigue: “El estado de ánimo materno es central, y su desánimo puede influir en las respuestas del bebé al entorno”.
La psicóloga sostiene que el equilibrio entre el bienestar emocional de la madre y las demandas del bebé es crucial para crear un entorno más saludable para ambos.
Por su parte, Luis Dimenza (M.N. 13598), médico obstetra y director de Maternidad Oroño, de Rosario, explica a Infobae que, tras el nacimiento del bebé, “las madres enfrentan importantes desafíos físicos como la recuperación de un parto vaginal o cesárea, el dolor en los senos por la lactancia, el cansancio extremo debido a la falta de sueño, y cambios hormonales bruscos”, señala.
Y continúa: “Emocionalmente, pueden experimentar fluctuaciones de humor, ansiedad y, en algunos casos, depresión posparto. El proceso de adaptarse a la nueva dinámica familiar y la responsabilidad del bebé también puede generar estrés”.
El posparto puede ser un período desafiante para que las madres se ajusten a la nueva realidad de tener un bebé, sobre todo durante las primeras semanas. Este proceso implica atender tanto a las propias necesidades de la madre como a las del recién nacido, ya que descuidar estos factores puede afectar negativamente tanto la salud de la madre, como la del bebé y el bienestar familiar.
Esta primera etapa requiere, sin duda, un alto nivel de flexibilidad por parte de las madres, ya que deben adaptarse a un nuevo rol en el que sus rutinas previas son reemplazadas por la constante atención al bebé. Y aparece un obstáculo adicional en el camino al bienestar: la culpa.
Romper el mito de la “supermamá”
Durante los primeros meses después del parto, muchas madres experimentan un profundo sentimiento de culpa al querer dedicar tiempo para sí mismas. Esta sensación suele surgir de la creencia de que deben estar completamente entregadas al cuidado del bebé, y se deja de lado que su propio bienestar es fundamental para el de su hijo.
Según Vega, cuando una mujer se convierte en madre, se “produce un cambio en la identidad”. Y, además, algunas de ellas, dependiendo de sus características personales, pueden ser más propensas a sentir culpa. Por ejemplo, “cuando no atienden a todos los requerimientos, no tienen ganas de estar 24/7 con su bebé, registran malestar en los tiempos iniciales de la crianza, sienten otros deseos que no son solo estar a disposición del bebé”, detalla la experta.
La experta, advierte que cuando ciertos rasgos de la personalidad de la madre, como el perfeccionismo y el miedo a equivocarse, se acentúan, puede llevar a una mayor sensación de desvalorización.
“Es muy común que las madres experimenten sentimientos de culpa por querer tiempo para ellas mismas. Esta culpa a menudo surge de la creencia de que deben estar dedicadas al 100% al cuidado del bebé, lo que las hace sentir que priorizar sus propias necesidades es egoísta o incorrecto”, dice Manuel Francescutti (M.N. 20400), médico psiquiatra.
¿Cómo dejarla a un lado? De acuerdo al experto, “para manejarlo, es importante recordar que el autocuidado es esencial para poder cuidar del bebé de manera más efectiva. La madre debe permitirse entender que su bienestar personal es parte integral del bienestar de su hijo”.
“Es fundamental que la madre recuerde que ningún error es irreversible y que siempre puede aprender de ellos; que el bebé también puede comprender que las cosas no siempre salen bien, pero es posible corregirlas”, suma Vega.
Además, la experta señala que la crianza es un proceso gradual que requiere mucha paciencia y tolerancia para adaptarse a los cambios que la madre atraviesa. “En momentos de mayor angustia”, aconseja Vega, “es importante detenerse, cambiar el enfoque, tomarse un momento para sí misma, pedir ayuda si es necesario, y luego retomar sus responsabilidades con mayor claridad”.
Beneficios del autocuidado tras la maternidad
El autocuidado durante el puerperio tiene beneficios clave para la salud física y mental de las madres, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Americana de Psicología (APA). La APA afirma que priorizar el autocuidado ayuda a reducir el riesgo de depresión posparto y ansiedad, mejora el equilibrio emocional y facilita la adaptación al nuevo rol materno.
Por su parte, la OMS indica que descansar y alimentarse adecuadamente tras el parto acelera la recuperación física, lo que reduce la fatiga y previene complicaciones relacionadas con la falta de descanso.
El autocuidado también favorece el vínculo entre madre y bebé, al permitir que la madre esté más presente emocionalmente. La Fundación Nacional del Sueño (en Estados Unidos) destaca que un descanso adecuado mejora el estado de ánimo y la capacidad de respuesta emocional, lo que fortalece dicha relación.
La Academia Americana de Pediatría (AAP) señala, en tanto, que el equilibrio hormonal generado por un buen autocuidado puede mejorar la lactancia y el bienestar físico general.
Por su parte, un estudio reciente encontró una relación clara entre el autocuidado y el bienestar en el primer año de maternidad. También se descubrió que el vínculo entre madre y recién nacido puede estar influenciado por factores como las complicaciones durante el embarazo y posparto, además de haber experimentado “baby blues” previamente, definido por los Institutos Nacionales de Salud Mental, dependiente de los Institutos de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), “como tristeza posparto” que se describe como “cambios leves y de corta duración en el estado de ánimo, así como sentimientos de preocupación, infelicidad y agotamiento que muchas mujeres pueden tener durante las primeras dos semanas después de dar a luz”.
Asimismo, los resultados de la investigación destacan la importancia del autocuidado, sugiriendo que potenciar estas habilidades puede mejorar el bienestar de las madres posparto. Aunque aclararon que es necesario realizar más investigaciones para identificar otros factores que influyan en esta relación y explorar la causalidad.
Consejos prácticos de autocuidado para los primeros meses de maternidad
“El autocuidado es esencial para mantenerse saludable, física y emocionalmente”, dice Laura Pujadas (M.N. 20923), médica obstetra en la Maternidad Oroño, quien además aporta acciones simples y prácticas para comenzar el camino del autocuidado.
“Para equilibrar las demandas del bebé con su propio bienestar, es fundamental que la madre se apoye en su red familiar o social, pida ayuda y establezca una rutina flexible. Algunos consejos incluyen descansar cuando el bebé duerme, establecer prioridades y no tener miedo de delegar tareas”, aconseja la experta.
En este sentido, Vega agrega que “la crianza de un hijo requiere de ‘varias manos’ para poder responder a los altos requerimientos cotidianos de la nueva vida con un alto grado de dependencia, como es un bebé”.
Pujadas, en tanto, añade que las madres puedan dedicarse al autocuidado físico y emocional, “es recomendable que la pareja participe activamente en las tareas de cuidado del bebé para compartir responsabilidades. Esto permite que ambos padres puedan dedicar tiempo a su bienestar personal. La familia extendida también puede ser un gran apoyo, ayudando con el cuidado del bebé o con otras tareas domésticas, lo que facilita espacios para el autocuidado”.
Dicho de otro modo, la médica obstetra señala que es útil establecer momentos específicos en los que cada uno pueda tener tiempo personal, mientras el otro cuida al bebé, ya que alivia la carga y fortalece el vínculo.
En cuanto a la familia, Pujadas dice que “es importante invitarles a colaborar de manera práctica, ayudando con el cuidado del niño o tareas específicas, lo que permitirá a los padres descansar o tener tiempo para ellos. Sin embargo, los límites deben ser claros para evitar interferencias en la dinámica familiar y no generar estrés adicional”.
Francescutti, por su parte, asegura que para “mantenerse conectada con su identidad fuera del rol de madre, durante los primeros meses, es importante que la mujer siga involucrándose en actividades que disfrutaba antes de tener al bebé, aunque sea por poco tiempo al día”. Y suma, a modo de ejemplo:
- Mantener relaciones sociales
- Establecer límites saludables
- Crear una rutina que incluya momentos de autocuidado
- Pedir ayuda y delegar algunas responsabilidades también es crucial para encontrar espacio personal
- Además, si es posible, la madre puede trabajar en proyectos personales o profesionales que le apasionen, recordando que ser madre no es su única identidad.
En este sentido, Vega sostiene que “el crecimiento personal se dará en la medida que pueda integrar aquello que hasta el momento previo fue valorando, con la nueva exigencia”.
Dimenza distingue distintos tipos de maternidad y de búsqueda de autocuidado respecto a la cantidad de hijos que tenga esa madre. Para las primerizas, “es crucial encontrar momentos pequeños para cuidarse, como dar un paseo corto, meditar, realizar actividad física, leer o escuchar música”.
En cuanto a las madres que ya tienen otros hijos, señala que “el autocuidado puede implicar involucrar a los otros niños en actividades relajantes o hacer acuerdos con la pareja o familiares en el cuidado de los hijos, para tener tiempo personal. Incorporar pequeñas pausas a lo largo del día puede ser clave para reducir el estrés”.
Cuándo pedir ayuda profesional
Aunque sentirse distinta y agotada es frecuente, hay ciertas pautas de alarma a las que prestar atención durante los primeros meses de la maternidad. De acuerdo a Dimenza, hay que estar atentos a “si la madre se siente constantemente abrumada, triste, irritable, o si estos sentimientos interfieren con su capacidad para cuidar de su bebé o de sí misma, es importante buscar ayuda profesional”.
Y continúa: “Un psicólogo puede ofrecerle herramientas para manejar el estrés, la ansiedad o la depresión posparto. La búsqueda de apoyo emocional no debe posponerse si hay señales de sobrecarga o aislamiento”. Al tiempo que Vega advierte que “un pedido de ayuda oportuna a especialistas en el área suele ser el mejor modo de favorecer que los problemas no se cristalicen o generen circuitos disfuncionales para sí mismas y para el vínculo materno filial”.
Es por ello que destacaron que prestar atención a los siguientes indicadores:
- Estado de ánimo persistente de tristeza, ansiedad o “vacío” la mayor parte del día, casi todos los días, durante al menos dos semanas;
- Sentimientos de desesperanza o pesimismo;
- Sentimientos de irritabilidad, frustración o inquietud;
- Sentimientos de culpa, inutilidad o impotencia;
- Pérdida de interés o de placer en pasatiempos y actividades;
- Fatiga o disminución anormal de la energía;
- Desasosiego o problemas para quedarse quieta;
- Dificultad para concentrarse, recordar o tomar decisiones;
- Dificultad para dormir (incluso cuando el bebé está dormido), despertarse temprano en la mañana o dormir demasiado;
- Cambios anormales en el apetito o cambios de peso no planificados;
- Dolores o molestias físicas, dolores de cabeza, calambres o problemas digestivos que no tienen una causa física clara y que no se alivian con tratamiento;
- Problemas para establecer vínculos o un apego emocional con el bebé;
- Dudas constantes sobre la capacidad de cuidar al bebé;
- Pensamientos de muerte o de hacerse daño a sí misma o al bebé.