Las historias de Jorge Staurini y Claudio Quintero dan cuenta de la importancia de Puerto San Julián, localidad santacruceña que fue declarada Ciudad Heroica de la Fuerza Aérea Argentina por la hospitalidad durante la guerra en las Islas.
Las de Jorge Staurini y Claudio Quintero son dos de las historias de coraje que alimentan la historia de Puerto San Julián, la localidad santacruceña que hoy fue declarada «Ciudad Heroica de la Fuerza Aérea Argentina» por la hospitalidad de su población durante el conflicto de Malvinas, la cual albergó y acompañó al personal militar en esos momentos y en el marco de esa relación estrecha entre militares y civiles se originaron innumerables historias de vida.
Una de esas historias se la contó a Télam el suboficial mayor Jorge Staurini, quien estaba a cargo de la carga de bombas en los aviones que despegaban de la base para atacar a la flota de mar enemiga.
«Estaba cargando las bombas y me lastimé un dedo. No era nada serio, pero sangraba mucho. Fue así como uno de los pilotos de los A4, Fausto Gavazzi, se me acercó y me dio el pañuelo que los combatientes llevan anudado en el cuello y los distingue según la aeronave que comandan», le relató a Télam Staurini.
Suboficial mayor Jorge Staurini estaba a cargo de la carga de bombas en aviones que despegaban de la base para atacar a la flota de mar enemiga Foto Cris Sille
«En principio no lo quería aceptar, pero él me insistió y yo finalmente envolví mi dedo con el pañuelo. Cuando Fausto estaba haciendo la recorrida del avión antes de despegar, me acerqué a la escalerilla y le dije: Para cuando vuelva se lo tengo lavado y se lo devuelvo. Me voy a tirar un par de bombas y regreso, me contestó», agregó el militar mientras no podía evitar que sus ojos se pusiesen vidriosos.
«El tema es que Fausto no volvió, fue uno de los que quedó en el mar ese día. Arrojó una bomba a una fragata inglesa y al retornar recibió un cañonazo que lo hundió», contó.
Siguió comentando que después él quiso devolverle el pañuelo a su viuda y a sus hijos, pero que estos se negaron. «Sos la última persona que habló con él, te merecés guardar ese recuerdo, me dijeron y hasta hoy guardo el pañuelo como un tesoro, después de 40 años».
Otra historia que conmueve es la que vivió el suboficial Claudio Quintero, por abril de 1982 enfermero con asiento en San Julián. «Estábamos con un equipo de alrededor de 15 profesional. Yo soy técnico radiólogo y enfermero. Atendíamos a la gente del pueblo y a nuestra gente», contó.
«Un día viene una mujer a punto de dar a luz, y por supuesto la atendimos inmediatamente y nació una nena, y la madre, en homenaje a la atención que recibió de nosotros y que, en definitiva, permitió que naciese su hija sin problemas, nos pidió que fuésemos nosotros los que le pusiésemos el nombre», continúa relatando emocionado.
«Fue así que le pusimos Malvina Soledad y su apellido es Antico. No volví a verla desde entonces y la busqué intensamente cuando supe que iba a volver a San Julián después de 40 años. Y pude encontrarla y hoy nos dimos un abrazo enorme», dijo.
Claudio se abraza a Malvina Soledad, quién tiene 40 años y dos hijos, uno de los cuales la acompaña. Ambos no pueden evitar las lágrimas por ese reencuentro y por el inicio de una relación que, prometen, no dejar pasar.
«Es una emoción enorme, saber que fue él quien me trajo al mundo y poder conocerlo, después de todo lo que mi madre me habló, realmente no lo puedo creer», señaló Malvina Soledad sin despegarse de Claudio.
Fuente: Télam