La artista, figura clave del rock argentino, fue distinguida por la Legislatura porteña. Fito Páez apareció de sorpresa y habló de su vínculo con la cantante, de quien fue pareja desde mediados de la década de 1980 hasta 1990.
La cantante y referente del rock nacional fue distinguida como personalidad destacada de la cultura de la Ciudad este martes en la Legislatura porteña. Tras el acto, brindó un concierto en el que cantó canciones de tango y luego de rock. En el Salón Dorado, fue sorprendida por Fito Páez, quien brindó un emocionante discurso sobre su relación con Cantilo, a quien definió como la «chica de oro».
Cantilo recibió el diploma de personalidad destacado y se lo entregó a su madre, la también artista Silvina Luro. Entre el público se encontraban figuras de la cultura, como Fernando Noy, Eugenio Cuttica, Julia Zenko e Hilda Lizarazu.
En el acto, Cantilo recordó también su vínculo con Charly García, antes de interpretar la canción Superhéroes, del ídolo del rock nacional. «Esta canción hermosa es del señor que me dijo ‘vos, vení para acá’, y eso fue como para decirme ‘entrá al rock'», recordó.
Sobre el final del acto, Fito Páez apareció para sorpresa del público y brindó un extenso discurso en el que habló de su vínculo con Cantilo, de quien fue pareja desde 1984 y hasta 1990, con quien desde entonces mantiene una profunda amistad. «Su voz es de tercioeplo, emburjó a generaciones, supo ser la chica más brava del lugar y aún lo es», indicó.
«Fabi es atmosférica, los lugares se transforman ante su sola presencia», señaló, y recordó: «La Fabi que me sacó de la cama en aquellas tardes interminables de dolor, me trepó a un Fíat rojo y me llevó a ensayar La la la en la salita de la cortada La Mar en Caballito». «Quiera Dios seguir bendiciéndote, porque mucho de lo bueno que existe en este mundo, existe gracias a vos», remarcó sobre el final.
El emocionante discurso de Fito Páez sobre Fabiana Cantilo
Fabiana Cantilo es una de las grandes compositoras de la música argentina. Su voz de terciopelo embrujó a generaciones y supo ser la chica más brava del lugar, aún lo es, doy fe de eso. Mujer de armas tomar, no sería este un innecesario recurso metafórico, ni siquiera una licencia poética.
Fabiana es una mujer libre, aquí un punto de inflexión política, en este intento de retrato imposible de nuestra diva en cuestión.
Cuando uno dice “libre”, la gente se codea, suelta su risa nerviosa y le surgen ganas irresistibles de encontrar el truco. Porque eso, para el sentido común, es una entelequia o una utopía. La señorita Cantilo ha peleado por ese espacio, han brotado flores en esa lucha.
¿Para qué sirven estas personas, se preguntará un rosquero político, o alguien que sea capaz de morir en el intento de demostrar el parasitismo de estos seres poéticos mientras ganan su dinero indignamente en un medio de comunicación? Estos sujetos atentan contar el falso bienestar del orden y no son útiles a la máquina productiva de idiotas. Sirven para un único objetivo para el bine común, hacer del mundo un lugar digno de ser vivido.
Fabiana Cantilo pertenece a la tribu de la gente que nace, desea y muere, pero aparte pone a cantar y bailar a su pandilla. Es una chamana moderna, necesaria, fundamental, porque nos recuerda siempre lo más importante, que es acompañarse con amor y humildad en el corto trámite de la vida. El tamaño de su espíritu es el de su generosidad.
Dueña de infinidad de virtudes, posee entre tantas cualidades, la posibilidad de charlar de infinitos temas a la vez sin perderse en el camino. Necesita de interlocutores atentos que puedan seguirle el ritmo. Tarea para pocos.
Para los no dotados en esta materia, Fabiana Cantilo, de no me acuerdo cuántos apellidos, nos brinda un solo y exclusivo atajo: aprender esta técnica de manera excluyente, nos intima a estar atentos a su intrincada y no por ello menos efectiva moviola imaginaria. En este dispositivo de altísima complejidad se entrelazan relatos de los más diversos géneros, con la característica de que el desprevenido interlocutor no estaría en ningún caso en dominio de posibilidades futuras de los probables alcances de relatos escuchados.
Diría Fabi, entonces: “Una vez que te limpies el sarro de los dientes, deberíamos teletransportarnos hoy a las cinco de la tarde a Capilla del Monte, porque el sol se esconde a las 5 y la luna no tiene agua, los ovnis no bajan con la lluvia. Entonces, si Do es la primera nota de la escala, y 5 es mayo en el calendario o sea mayo, que es mes cinco, más dos, que es uno en la escala, es seis. Más cinco, porque yo soy sol en 5, es once, menos tres, que es padre, hijo y espíritu santo, da ocho. El 8, acostado, es la cinta de Moebius, o sea que somos el infinito. Todo encaja, ¿entendés?”
Argumento irrebatible: nadie puede aburrirse nunca al lado de esta deidad argentina. Su risa retumba en todos los espacios del mundo, tan sonora, inconfundible, irradiando alegría y comunión.
Fabiana de Troya, conquistadora de corazones, compositora errática y precisa, la que una noche haciéndonos esperar con los dientes temblando de miedo en una banda, porque hacía tres días con sus noches no aparecía por ningún lado, nos hizo temblar a todos de emoción, a los pocos minutos de iniciado el concierto, irrumpiendo en el escenario, bailando por todo el espacio, creando un clima de pura poesía que cambió la atmósfera de todo el teatro.
Fabi es atmosférica, los lugares se transforman ante su sola presencia. La Fabi que me sacó de la cama en aquellas tardes interminables de dolor, me trepó a un Fíat rojo y me llevó a ensayar La la la en la salita de la cortada La Mar en Caballito.
Fabi, la lúcida, “ese tipo es un careta”, y lo era.
Fabi, la heroína de su propia leyenda, que se abría paso entre maleantes, adorada como princesa intocable, venerada por hombres y mujeres más duros del lugar, que podía ser el Harlem o el Bar Beirut de la calle Canning en los años 90, o un estudio de grabación, o en nuestra propia casa en Estomba y La Pampa.
Ella siempre porta un argumento, nunca querés tenerla en contra, es una batalla perdida, lo mejor con Fabi es siempre entregar las armas en el primer minuto. Ella sabrá muy bien qué hacer con todo eso.
Fabi, hija adorada de su padre, el Mono Cantilo, persona cálida, gran escultor. Fabi, cuando una persona le hable y usted no entienda, no se precoupe, esa persona no se sabe explicar, decía. Así era el Mono.
Fabi, la hija de Silvina, la mujer moderna argentina por excelencia. Usó las primeras minifaldas muchísimo antes de los años 60. Parte del desparpajo de Fabiana viene de Silvina Luro, poetisa de fuste, la Fabi escultora, bailarina, cantante, compositora, la nieta de Totó, mujer inefable, Fabi, sobrina del Vasquito con quien aprendió sus primeras zambas en un campo bonaerense.
La Fabi artista que hoy nos convoca, hija pródiga de la Ciudad de Buenos Aires, de espíritu noble, mujer legendaria antes de nacer, la de los cien apellidos, la que me dictó tantas canciones en silencio, la que conecta con cada partícula viviente, hada cósmica, hermana de todas mis vidas, cleopatra porteña, chica sexy, la que desandó sus adicciones con la frente en alta, la novia de los tres novios, devota del Cuchi Leguizamón, la que conoce todas las canciones de Los Beatles, la que le da lo mismo quién sea que tiene enfrente suyo, pidiendo comida disfrazada de vikinga filmando clip en un restaurante.
Fabi, la que preguntó con vehemencia absoluta de quién es el portaligas, sabiendo la respuesta definitiva aún antes de formular la pregunta.
La única persona con quien Charly García se dignó a improvisar y con quien dejar melodías inolvidables en nuestros corazones en la primera toma, cada vez que se juntaban en el histórico departamento de Coronel Díaz.
Fabi mágica, tantas Fabis, tantas vidas, tantas canciones, tantos amores y esplendorosa, llena de amor, artista por naturaleza, amante, novia, mamá, hija y compañera entrañable, quiera dios seguir bendiciéndote, porque mucho de lo bueno que existe en este mundo, existe gracias a vos.
Por su puerto, ya estoy harto de esto, me agotó, no sé para qué fui convocado en este lugar tan extraño, ni en nombre de quién. Sin embargo, una pregunta quiero que quede en sus oídos una vez terminadas mis formulaciones pseudoacadémicas en este espacio de la alta política argentina. Una pregunta sencilla y espero respuesta pública: ¿para qué me llamó, Fabiana?
Fabi de oro.
Fuente: Página 12