Los únicos segmentos en los que el anhelo de emigrar no alcanza a la mitad de los consultados en el sondeo son los mayores de 40 años, los campesinos y las personas que se ubican en los dos polos socioeconómicos: los más pobres y los más ricos.
Casi la mitad de los peruanos tiene intención de radicarse en otro país es un futuro cercano, según una reciente encuesta que, en opinión de analistas, refleja una situación riesgosa derivada de las crisis social, económica y política del Perú.
La encuesta de septiembre del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) que activó alarmas en los últimos días señala, además, que ese 47% que se plantea emigrar en los próximos tres años (frente a 50% que lo descarta) sube hasta 60% si se considera solo a la población de entre 18 y 24 años.
Los únicos segmentos en los que el anhelo de emigrar no alcanza a la mitad de los consultados en el sondeo son los mayores de 40 años, los campesinos y las personas que se ubican en los dos polos socioeconómicos: los más pobres y los más ricos. No obstante, salvo en el sector rural, todos pasan de 40%.
Para la psicóloga social Laura Amaya, del equipo de investigadores del IEP, la situación es “preocupante” no solo por la fuga de talentos, sino porque es resultado de que los peruanos tienen “un panorama lleno de temores, desconfianza y hartazgo frente a todo lo que han vivido en los últimos años”.
En septiembre de 2022, la cifra de quienes deseaban irse de Perú ascendía a 37%, con lo que hay 11 puntos porcentuales de aumento en un año en que la crisis política y social no solo siguió, sino que alcanzó al área económica, comprometiendo la estabilidad y el crecimiento de los que se enorgullecía el país.
“El otrora ‘milagro económico’ y ‘país de las oportunidades’ hoy sufre la pérdida de muchos de sus ciudadanos”, indicó el IEP tras recordar que en la primera mitad de este año viajaron al exterior 450.000 personas sin intención de volver.
Un crecimiento que frenó
En los primeros 15 años de este siglo, Perú, más allá de la denunciada exclusión de beneficios para amplios sectores populares, construyó en opinión extendida una economía estable que se vanaglorió de tener una de las tasas más altas de crecimiento en América Latina, gracias en gran parte al contexto internacional.
Ese entorno generó amplia demanda y elevados precios para minerales en los que Perú tiene participación importante en la exportación, como cobre, oro, plata, plata, zinc, estaño, tungsteno, hierro y carbón, y le dio piso a una economía que incluso logró tímidos avances en la distribución de la riqueza.
Pero ese favorable contexto sufrió alteraciones negativas en los últimos años, por la pandemia y las crisis, lo que se sumó a factores internos que generaron estancamiento.
Para 2023, cálculos independientes apuntan a que habrá un crecimiento de alrededor de 0,8%, el peor en dos décadas, muy lejano de los más de 10 puntos de los años de “gloria”.
La académica Roxana Barrantes, investigadora del IEP y miembro del directorio del Banco Central de Reserva del Perú, opina que la economía del país está desacelerada y no hay ningún “proyecto ancla” que pueda impulsarla.
Expertos como el exministro de Economía Alonso Segura admiten que “hay muchos escenarios posibles, pero ninguno favorable”, mientras el también extitular del sector Luis Miguel Castilla advirtió que la desaceleración ocasionará la pérdida de 450.000 empleos en un país que ya reportaba en 2022 un aproximado de 800.000 desocupados.
Según la misma encuesta del IEP, 57% de los peruanos se quedó alguna vez sin alimentos en los últimos tres meses, cifra que sube a 75% en los niveles socioeconómicos más bajos y a 79% entre los habitantes del campo.
“La situación alimentaria de los peruanos sigue empeorando, los resultados de este septiembre lo revelan”, afirmó la exministra de Inclusión Carolina Trivelli, tras destacar que ese 57% que no accedió a alimento por falta de recursos es 10 puntos porcentuales más alto que en marzo de este año y tres veces mayor que lo reportado en 2012.
La crisis política también podría tener un efecto importante, pero difícil de cuantificar, en un país que en los últimos siete años tuvo seis presidentes y tiene actualmente una mandataria, Dina Boluarte, con 10% de aprobación popular y 82% de rechazo.
Una jefa del Estado que, además, se sustenta en un Congreso con 6% de aprobación y 90% de rechazo y del que 86% estima que no respeta la separación de poderes e intenta atropellar a la Justicia y a los organismos electorales.
En ese marco destacado por el IEP -centro privado de investigaciones sociales considerado uno de los think tank más prestigiosos del país- emerge una preocupación adicional para el peruano promedio: el alarmante crecimiento de la inseguridad.
Y eso puede tener consecuencias para la democracia, pues 60% de los encuestados se dijo dispuesto a apoyar a un líder político que enfrente a la delincuencia incluso si no respeta los derechos humanos.
De hecho, 35% es partidario de apoyar las drásticas medidas del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, mientras 52% afirmó que no sabe nada del mandatario centroamericano.
El difícil cuadro general hace que muchos jóvenes vean en la emigración la única salida: “Yo sí me iría; he pensado en Canadá, que dicen que da muchas ventajas, o Australia; pero aquí está todo jodido”, le confió a Télam Diego, abogado soltero de 32 años que últimamente ha fluctuado entre el desempleo y el empleo precario.
Estados Unidos, Chile y España, países que históricamente fueron receptores de peruanos, continúan como los más apetecidos por los emigrantes recientes, según datos de Migración.
En la actualidad se calcula en más de 3,3 millones el número de peruanos que vive fuera del país. Pero gran parte de ese número, que también se ubica en la Argentina, Venezuela, Italia y Japón, data de tiempo atrás, porque en los últimos Perú, paradójicamente, se había convertido más bien en un gran receptor de emigración venezolana.
Emigrar “es una decisión dura y muy triste, que refleja que, frente a tanta crisis, todo tiene un límite, y muchos compatriotas llegaron al suyo”, resumió Amaya.