Deportado del país durante la edición pasada por no estar vacunado contra el covid, el serbio llegará como el máximo candidato en busca de la décima.
Novak Djokovic se siente pleno. Su semblante, un año después de la pesadilla, no arroja dudas: está feliz. Y no es para menos: volvió a pisar suelo australiano para encarar la primera gira de la temporada, con el broche de oro en el Abierto de Australia.
El serbio de 35 años se encuentra en el ATP 250 de Adelaida, donde iniciará su actividad oficial desde el 1º de enero, para luego buscar la décima corona en Melbourne, del 16 al 29 de enero.
«Lo que pasó hace doce meses no fue fácil de digerir, pero fue una valiosa experiencia de aprendizaje», expresó un pacífico Djokovic, en plena rueda de prensa antes de su debut oficial en 2023.
El ex número uno del mundo es el máximo campeón de todos los tiempos en el Abierto de Australia con nueve títulos. La última edición, sin embargo, representó un trauma mayúsculo en su vida: no pudo participar y fue deportado del país por no tener la vacuna contra el covid, mientras el mundo intentaba dejar atrás la pandemia.
Djokovic tenía una exención médica, extendida por Tennis Australia –la federación que organiza el certamen– para defender el título en Australia, pero la autoridades federales del país, uno de los más estrictos en la lucha contra la pandemia, lo deportaron luego de haberlo detenido en un hotel.
Actual número cinco del mundo, creyó con fervor que podía ganar una batalla legal contra el Gobierno Federal pero sufrió un revés que condicionó el resto de su temporada: sin vacuna, no pudo jugar tampoco en los torneos de Norteamérica, incluido el Abierto de los Estados Unidos.
La ausencia en dos de los cuatro Grand Slams –ganó en Wimbledon– pusieron en riesgo sus chances de pelear por el récord de títulos grandes, hoy en manos de Rafael Nadal: el serbio tiene 21 contra los 22 del español.
El panorama asoma muy diferente con vistas a 2023: levantada su prohibición para pisar territorio australiano por tres años, Djokovic será el máximo candidato en el torneo que parece haber sido creado a su medida, una oportunidad inmejorable para alcanzar la marca y provocar un gran impulso para todo el año.
La mediática deportación
La agonía se extendió durante once días. Djokovic utilizó todas sus influencias como número uno del mundo para torcer una realidad que, a fin de cuentas, se lo llevó puesto. El desarrollo de la novela fue increíble y, por momentos, hasta desopilante: la decisión de no vacunarse contra el covid y de emerger como un líder del «nuevo mundo libre» le jugaron una mala pasada.
Apenas pisó el aeropuerto de Melbourne la Fuerza Fronteriza de Australia decidió detenerlo luego de poner en duda el permiso médico que le había dado Tennis Australia. La exención fue otorgada con el argumento de que el serbio había tenido covid en los últimos seis meses.
Estuvo cinco días aislado en un hotel de refugiados hasta que ganó una primera audiencia contra el Gobierno y pudo salir para entrenarse en Melbourne. Ahora, sin embargo, mientras espera que el gobierno federal no vuelva a tomar la decisión de deportarlo, Djokovic se enfrenta a sus propias verdades.
El PCR databa del 16 de diciembre y su verdad quedó derrumbada una vez que se supo que el 17 de diciembre, con el positivo confirmado, Djokovic participó de una entrega de trofeos en el Djokovic Tennis Centre sin ningún tipo de cuidado sanitario ni distanciamiento social, rodeado de niños y sin barbijo. Un día después formó parte de una sesión de fotos del diario francés L’Equipe, también sin protección, en el marco de la entrega del premio de «Campeón de Campeones».
La decisión de deportarlo cayó de madura una vez que los hechos fueron públicos: Alex Hawke, el ministro de Migraciones, fue el último brazo que el Gobierno accionó para expulsar a Djokovic del país en el que más había saboreado la gloria.
«Es una de esas cosas que te acompañarán el resto de mi vida. Nunca había experimentado algo así y espero no volver a hacerlo nunca», recordó el serbio, con la ilusión renovada.
Premios récord
La próxima edición del Abierto de Australia ofrecerá la cifra récord de 48,3 millones de euros en premios, unos 76,5 millones de dólares australianos. Este monto representa un aumento del 3,4 por ciento respecto de la edición 2022 y confirma la tendencia de los últimos 20 años en la que los premios del certamen crecieron más del triple.
El ganador en el cuadro de singles masculino y la campeona en el de singles femenino recibirán nada menos que 1,88 millones de euros cada uno. También aumentará la cifra que recibirán los jugadores eliminados en las instancias previas del torneo: los que se despidan en la primera ronda recibirán 67 mil euros mientras que los pierdan en la segunda instancia percibirán casi cien mil.
Fuente: Página 12