Hace diez años, Mateo Cócaro recibió un trasplante de médula ósea. Pero no abandonó su actividad ni su pasión por la natación y en los Juegos Mundiales de trasplantados.
Lejos de las piletas de su club en Villa Lugano, Mateo Cócaro se zambulló al agua y empezó a nadar con todas sus fuerzas. Dejó en esa piscina todo su esfuerzo, sus ganas y sus deseos en tan solo 50 metros. Con tan solo 17 años, el orgullo del club Yupanqui ganó la carrera de 50 metros libres y se quedó con la medalla de oro en los Juegos Mundiales que se llevaron adelante en Perth, Australia. Esta competencia incluye a todos aquellas personas en el mundo que, en algún momento de su vida, tuvieron que recibir un trasplante y quieren hacer deportes.
Mateo es uno de los deportistas argentinos que fue hasta Perth, Australia, para representar al país en esta competencia. Son participantes de 45 países en 17 disciplinas que se disputan en los Juegos Mundiales para personas con trasplantes. Mientras el representante argentino estaba en aquel país, del otro lado del mundo, frente a una conexión de internet y buscando resultados, del otro lado del mundo, su papá Mauricio tenía ojeras del sueño. En charla con El Destape, ese mismo día, contó: «Estamos sin dormir, compitió la madrugada de ayer y la de anteayer. Pero estamos con el pecho inflado». Antes de haber conseguido los resultados y, unos días previos al viaje a Australia, este medio también habló con el orgulloso padre y el hijo.
Mauricio se había acostumbrado a dormir poco por su hijo Mateo. Estas últimas noches en vela no tienen nada que ver con aquellas de una década atrás donde la preocupación y los nervios lo arrastraban. A los siete años a Mateo le diagnosticaron una aplasia medular severa. «Es duro cuando te enterás. A nosotros nos habían dicho que podía ser una leucemia o esto. Y pensábamos uh, menos mal que no era una leucemia. Pero nos enteramos que esto era peor. Y bueno. Ahí se nos cayó el mundo abajo», contó a El Destape. Un día, en una visita al médico, se enteraron que su hijo tenía las plaquetas bajas y desde ahí empezaron a caminar por los médicos. Si bien en principio por el impacto de la noticia y por el -lógico- poco conocimiento estaban perdidos finalmente dieron con el Hospital Garrahan donde lograron decirles las cosas claras. Mateo tenía siete años cuando eso pasó y, ahora, no recuerda esos días de salas de internación, de estudios y de quirófano. Sin embargo, su papá lo tiene claro: «Un día, cuando le dijimos lo que tenía que hacerse, quiso ir a conocer la habitación donde iba a estar internado. Se enfrentó, miró la cama, todo. Los médicos estaban sorprendidos. Iba a estar ahí y le puso todo».
La mejor opción terapéutica para su tratamiento fue el trasplante de médula. El donante fue su hermano, Juan. «No tuvimos que recurrir a un donante internacional. Eso fue muy bueno. Y Juan quiso», contó Mauricio. Según explicó Raquel Staciuk -jefa del servicio de Trasplante de Médula Ósea del Hospital Garrahan – en la página oficial de la institución, «el trasplante de médula ósea es, en muchos casos, el único tratamiento para pacientes con enfermedades hematológicas, errores metabólicos o déficits inmunológicos, entre otras”. En la explicación del procedimiento, el mismo sitio web sostiene: «se infunden células madre sanas para que la o el paciente vuelva a producir células sanguíneas propias, proceso que tarda dos o tres meses».
Esta situación que, en palabras, parece solo técnica incluyó varios esfuerzos y momentos duros. Noches en vela, una mudanza a una zona especial del Garrahan para poder seguir adelante con el tratamiento y mucha preocupación. Ahora, a diez años de ese momento, Mateo se mantiene con el deporte y, con la ayuda del programa de Actividad Física para Niñxs y Adolescentes con Garra (PAFINAGA) que acompaña desde el Garrahan a pacientes trasplantados en la práctica deportiva, la práctica de las actividades físicas crecen y, sobre todo, una competencia que lo estimula.
«A mi me entrena mi profesor de educación física de la escuela», reveló el joven de 17 años a El Destape. Si bien el deporte lo acompaña y la disciplina lo apasiona, lo cierto es que el bichito de la competencia le picó previo al viaje a los Juegos Mundiales en Australia. Y por eso, contento -y un poco nervioso antes de partir a Australia, momento en el que se realizó la charla- reveló que su rutina consta de ir al colegio, salir a las dos de la tarde y entrenar natación tres días por semana. Lunes, miércoles y viernes. «Le metí pilas, tenía ganas de ponerlo como objetivo», soltó. Además, una apoyatura en el gimnasio junto con algún entrenamiento en la M-19 del club San Cirano. Anteriormente, participó en competencias en Inglaterra y Mendoza. En esta oportunidad logró viajar, entre otros, gracias
Con simpleza, si bien despierta admiración y es un pibe que inspira sin darse cuenta, Mateo se toma todo con tranquilidad. Con pocas palabras y con desfachatez, lo dejó en claro: «Yo no lo hago para influenciar. Nunca lo tomé para eso. Lo hago porque me gusta hacerlo, lo que más me gusta es nadar, si no me hubiese gustado, creo que no lo hubiera hecho». Porque, en definitiva, lo importante es tratar de hacer lo que a uno lo motiva. Sea de la forma que sea.
Fuente: El Destape Web