La exnúmero 3 del mundo participa desde el martes en el certamen de leyendas junto a Gisela Dulko
PARIS – Siempre radiante, Gabriela Sabatini desplegó todo su carisma en la presentación del Legends Trophy, el certamen de exhibición que reúne a varias grandes exjugadoras del tour en la segunda semana de Roland Garros, en un torneo de ocho parejas divididas en dos grupos de cuatro, con las dos mejores enfrentándose en la final el sábado próximo. Para la exnúmero 3 del mundo y campeona del US Open 1990, son días singulares. Desde su retiro, en octubre de 1996, pocas veces regresó a un Grand Slam. Y menos aún para jugar de nuevo, después de colgar la raqueta en aquella ceremonia inolvidable en el Madison Square Garden. En cierto modo, cuando Gisela Dulko la contactó a fines de enero para contarle del ofrecimiento que había llegado desde Roland Garros, fue como meterse en una aventura.
Y aquí está, espléndida a los 52 años. Lista para un regreso por un rato, que al mismo tiempo es un estreno, ya que debuta en un torneo de leyendas. Es una prueba clásica en las segundas semanas de los Grand Slams, y en la que el público puede ver por un rato en acción a varias figuras de otros tiempos. En cuanto a los argentinos, sólo Guillermo Vilas, José Luis Clerc, y Gastón Gaudio llegaron a participar. Hasta que la exjugadora francesa Nathalie Dechy, a cargo de la organización del Legends Trophy, vio la foto de Sabatini y Dulko jugando al padel, y no dudó en contactarlas para invitarlas a jugar. El debut será este martes, desde las 6 de nuestro país, con transmisión por ESPN 2, frente a Lindsay Davenport y Mary Joe Fernandez, casualmente dos rivales habituales de Gaby en su época como tenista profesional.
“Ya falta poco. Hay un poco de nervios, pero lo llevo bien. Voy a conocer la cancha Suzanne Lenglen, que no estaba en mi época, así que va a ser un momento muy especial y muy emocionante. Tampoco conozco el court (Simonne) Mathieu, y me gustaría, porque es una cancha hermosa, espero jugar en otra oportunidad”, admitió Gaby durante su contacto con la prensa argentina durante la presentación del certamen. Para Sabatini, será el reencuentro con un torneo en el que fue campeona junior en 1984, cuando apenas tenía 14 años, y en el que, como profesional, llegó a cinco semifinales antes de su última participación, en 1995.
“Tengo lindos recuerdos de cuando jugué por primera vez acá y gané el torneo junior. Cambiaron muchas cosas. Con Gisela estábamos perdidas. Ayer estaba paseando un poco, y buscaba la cancha 2, donde gané esa final junior, y no está más. También me acuerdo que estaba el cuadro de juego en una pared, y eso no existe más. Tampoco está la cancha 1, que a mí me encantaba, era un lugar muy cálido para jugar. Pero fue lindo caminar, volver y revivir esos momentos. Me encanta París, es una ciudad que me enloquece, me encanta salir de paseo, y Roland Garros tiene glamour, elegancia”, rememoró.
Sobre las emociones que vivió por este regreso, reconoció: “Con Gisela empezamos a vernos más a menudo, a entrenar, nos invitaron a jugar, y por ahí yo tenía un poco ganas de venir a Roland Garros, Dulko también, y pensamos ‘¿por qué no?’ Así se fue todo. Cuando ella me contó de la propuesta hubo una mezcla de nervios, sensaciones raras. Me sentí algo nerviosa, porque era como volver… yo en todos estos años a Roland Garros he venido muy poco, quizás a ver el torneo. Pero de ahí a jugar, como lo hice en el pasado, y volver a estar en este ambiente, y mezclarme de nuevo con las jugadoras, eso me daba un poquito de nervios. Siento por un lado que eso pertenece a mi pasado, así que era una sensación extraña”.
¿Podría haber una segunda parte o una continuidad en otro Grand Slam? “Y… no sé, la verdad es que tampoco estaba jugando mucho al tenis. Ahora me estuve entrenando un poco, pero es otra cosa, es distinto de cuando jugaba al tenis. Lógicamente, cuando una juega seguido va mejorando un poco más, pero por ahí la cabeza te dice una cosa y el cuerpo hace otra, ¿no? Es muy difícil el tenis, que esté todo coordinado es complejo. Es lo que hablábamos con las chicas, que lo que más cuesta es el saque y el smash, esas son las cosas que más costaron, pero con las prácticas lo mejoramos. Es raro, porque se van perdiendo cosas, y una que sabe, que estuvo jugando, se frustra un poco, pero es cuestión de trabajarlo y entrenar, y desde el primer día que empezamos, mejoramos bastante”, contestó. Aunque nunca se desligó por completo, lo cierto es que en los últimos años se dedicó mucho al ciclismo: “Siempre me gustó hacer deporte, correr tres horas, cinco horas. Un día en Buenos Aires hice como 50 kilómetros de una. Con la bicicleta hice unas etapas del Tour de France”.
Desde su retiro, Sabatini disputó un puñado de encuentros. Recibió muchas propuestas para jugar exhibiciones, a las que se negó en su gran mayoría; se recuerda un gran encuentro ante Monica Seles en el Madison de Nueva York. Pero a Roland Garros no le pudo decir que no. Más adelante, quizás, si el US Open se interesa… ya se sabe que Flushing Meadows –Nueva York- es un lugar especial para la mejor tenista argentina de la historia.
El hecho de estar retirada, de todos modos, no significa que Sabatini no siga el tenis. En varias ocasiones contó sobre sus preferencias. “En estos días sigo mucho a Ons Jabeur, me gusta mucho cómo juega. Yo siempre me inclino por un tenis de variedad, ella tiene mucha mano, ha crecido un montón, le está yendo mucho mejor. El tenis de hoy es diferente, se juega con mucha potencia, tienen un buen saque, físicos tremendos. Cambia bastante el ranking, eso a veces cuesta seguirlo, porque a veces aparece una jugadora en el número 3 o el número 2, y no la conocía mucho”, expresó sin vueltas sobre la jugadora tunecina con la que más se identifica hoy en día, y que es la número 6 del WTA Tour. No pudo ver aquí a Jabeur en acción porque, como les pasó a varias de las top 10 actuales, la africana se despidió temprano de París. Pero este martes, le tocará a ella volver a pisar la ‘terra battue’ parisina. Como en 1984, con otros nervios, nuevas emociones. Sabatini tenista, como hace casi cuatro décadas, por un rato que será definitivamente inolvidable.
Fuente: La Nación