Este lunes, Irán lanzó seis misiles balísticos contra la base aérea de Al Udeid en Qatar, la mayor instalación militar de EE.UU. en Medio Oriente, como represalia por los bombardeos estadounidenses a tres sitios nucleares iraníes. El ataque, bautizado por Teherán como “Operación Anuncio de Victoria”, fue confirmado por medios como Reuters y AFP, y generó explosiones sobre Doha. Qatar había cerrado su espacio aéreo horas antes por una “amenaza creíble”.
A pesar de la magnitud del ataque, los misiles fueron interceptados por las defensas qataríes y no se reportaron víctimas ni daños graves. El presidente Donald Trump, en un comunicado en redes sociales, calificó la ofensiva como “débil” y agradeció a Irán por el aviso previo, lo que permitió evitar bajas. “Han sacado todo de su sistema”, escribió, y concluyó con un mensaje llamativo: “¡Felicidades mundo, es hora de la paz!”.
El tono del mensaje fue interpretado como un intento de desescalar el conflicto, aunque analistas advierten que la situación sigue siendo extremadamente volátil. Irán justificó el ataque como una respuesta “proporcionada” y “fuera de zonas pobladas”, mientras que Qatar condenó la agresión como una violación de su soberanía3. La base de Al Udeid alberga a más de 10.000 militares estadounidenses y es clave para las operaciones del CENTCOM.
El episodio revela una nueva fase del conflicto entre Irán, Israel y EE.UU., donde los ataques cruzados conviven con gestos diplomáticos ambiguos. Aunque el impacto militar fue limitado, el riesgo de escalada sigue latente. La reacción de Trump (agradeciendo al agresor) abre interrogantes sobre la estrategia estadounidense y su capacidad para contener una guerra regional que ya involucra a múltiples actores y amenaza la estabilidad global.