Además de lo que puede significar en su desarrollo, llevar a cabo juegos con un hijo, es una manera de construir una relación sólida entre madre e hijo.
Durante los primeros años de vida de una persona, suceden en su interior más de un millón de conexiones neuronales nuevas, así es como se va desarrollando el cerebro, el cual direcciona su funcionamiento para el resto de la vida de un niño. Estas interacciones se relacionan con el impulso del juego entre niño y adulto y la importancia de dicha acción.
Para motivar un crecimiento saludable, los expertos del Centro para el Desarrollo Infantil de Harvard inventaron el término «servir y devolver» como las prácticas que ayudan a los pequeños a poner sus neuronas a funcionar. Es esencial ir narrando todo lo que ocurre al más chiquito de la familia, como ir de compras o a un parque de juegos.
Más adelante, de los 2 a los 3 años, todos los pasatiempo anteriores pueden ir escalando de nivel. Ya pueden comenzar a hacer puzles simples u otros entretenimientos que incorporen contar y clasificar los juguetes. Para que estos momentos de disfrute generen un beneficio pleno en los hijos, la pediatra recomienda a los padres entregarse a lo lúdico y a la diversión.
Por qué es importante jugar con un bebe según un estudio de Harvard
Para empezar, es importante resaltar que cada actividad se adapta también a la edad del niño y su etapa de desarrollo. Por ello, la pediatra aconseja una serie de juegos por rango etario. Entre los 6 y los 9 meses los pequeños están asimilando el acto de imitar y a utilizar los elementos básicos del lenguaje. En este momento, algunas ideas que plantea McCarthy podría ser jugar al tradicional cucú tras o a esconder juguetes debajo de una manta y dejar que el bebé los encuentre.
Así, destaca Claire McCarthy, pediatra de Harvard, se dibujan los cimientos de un cerebro sano y un niño feliz que en el futuro se convertirá en adulto capaz y exitoso. Además de lo que puede implicar en su desarrollo, jugar con un hijo, según subraya la autora, es una manera de elaborar una relación sólida entre ambos.
En este sentido, el juego es la mejor estrategia para llevar a cabo estas dinámicas interactivas, pero la pediatra establece ciertos requisitos. Toda la atención tiene que estar puesta en el niño, por lo que sugiere dejar el teléfono a un lado y no realizar varias tareas al mismo tiempo. La actividad debe ser recíproca, aunque no a partes iguales (sobre todo en lo que compete al bebé). El objetivo, destacada McCarthy, es involucrar la capacidad de respuesta.
Aunque no hable, también se pueden mantener conversaciones en las que el adulto debe pretender que los monosílabos que el niño conoce son oraciones. Una vez pasado el primer año, hasta los 18 meses, van adquiriendo cada vez más cualidades del habla y movimiento. Llegado este momento, la experta aconseja construir con bloques y después tirarlos juntos y juegos ficticios con muñecas o peluches. Lo que no son juegos también pueden convertirse en una estrategia para enseñar. «El trabajo y las tareas domésticas pueden esperar», asegura, aunque recuerda que también se los puede involucrar en el cuidado del hogar.