El rosarino, al que un hincha quiso abrazar mientras estaban en el precalentamiento, anotó un tanto brillante y habilitó a Kylian Mbappé en otros dos
Tras su regreso al equipo en la victoria por 1-0 sobre Olympique de Marsella, Lionel Messi fue nuevamente titular este viernes por la Ligue 1, en la goleada del Paris Saint Germain por 3-0 como visitante en el Ajaccio, por la fecha 12. El líder e invicto del campeonato, sin Neymar, derrotó esta vez a uno de los ascendidos, que está en zona de descenso. Y Leo volvió a brillar, sobre todo con un golazo.
Messi asistió a Kylian Mbappé en el gol que abrió el marcador. El argentino recibió de espaldas desde el círculo central, controló la pelota de derecha haciendo un giró y enseguida, de zurda, puso al número 7 mano a mano con el arquero local. La estrella francesa no falló: 1-0.
El segundo tanto fue una joya del argentino. Participó del armado de la jugada, fue a buscar la devolución y, cuando ingresaba al área, Mbappé lo dejó con un exquisito taco mano a mano con el arquero, al que el rosarino dejó sentado en el suelo con un amago antes de eludirlo y dar el pase a la red que significó el 2-0. Una definición brillante.
El 3-0 definitivo fue otra combinación entre Messi y Mbappé, con un pase de Leo entre varios rivales para que el francés resuelva de frente al arco, cayéndose. Otra vez, la sociedad funcionó para el delirio de los fanáticos parisinos. Lionel había trasladado la pelota desde su propio campo hasta cerca de la medialuna del área.
El fanatismo por Messi llegó a un punto en que los hinchas ya no solamente invaden el campo durante los partidos, sino también en el precalentamiento, como lo intentó un chico en este partido en Córcega. Leo estaba participando de ejercicios con pelota y la seguridad contuvo a un muchachito a pasos de su ubicación. El rosarino se quedó mirando la situación sorprendido.
Con la victoria en el inicio de la fecha, PSG tomó seis puntos de ventaja en la cima de la tabla de la Liga de Francia, cuya fecha se completará durante el fin de semana.
Fuente: La Nación