No hubo partido, no hubo fútbol, no hubo pases. Hubo algunas jugadas de peligro que se generaron a partir de intentos personales, pelotazos y tiros libres. Es que las sociedades, la combinaciones, en el estadio Monumental de Maturín, fueron imposibles desde el primer minuto hasta el pitazo final.
Una tormenta azotó al estadio horas antes del arranque del choque entre Argentina y Venezuela, por la novena fecha de las Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial de México, Estados Unidos y Canadá, y el campo de juego quedó sumergido bajo el agua. Era un gran charco que se extendía de un área a la otra, salvo por algunos pequeños rincones en los que algo rodaba la pelota.
No por nada, a poco de iniciarse el duelo el término «Waterpolo» se impuso como tendencia en la red social X. Los jugadores debieron pelear por cada pelota sin saber realmente su destino, y en ese contexto Nicolás Otamendi aprovechó un rebote, una única oportunidad que cayó del cielo al igual que la lluvia y, solo ante el arco vacío, puso las cosas 1 a 0.
Argentina jugó mal porque mucho más no se podía hacer. Entre chapuzones y disputas se puso en ventaja, y desde el minuto 12 en que consiguió el gol, se dedicó a tratar de cuidar lo obtenido, sabiendo que sería difícil imponerse desde el juego.
Cuando Rodrigo De Paul trató de jugar, la pelota quedó enterrada en la mitad de cancha, permitiendo los contraataques del rival. Lo mismo sufrió Enzo Fernández. Tampoco Messi pudo trasladar la pelota y así la Selección perdió su mayor virtud para desarmar a sus rivales: la tenencia de la pelota.
El local, obligado por la desventaja, fue a buscar el empate con remates desde afuera del arco. Intentos que buscaban algún desvío que perjudicara al arquero. Probó Martínez, probó Rondón y, en un tiro libre muy similar al del gol argentino, el 9 de la vinotinto estuvo a centímetros de anotar. Entre Rulli, la gran figura de la cancha, y Otamendi lograron controlar la pelota y salvar el arco cuando todo parecía perdido.
Para la segunda parte, Scaloni apostó a adelantar a Nahuel Molina en reemplazo de Thiago Almada y ubicó a Gonzalo Montiel de lateral. Con cambio de esquema el equipo logró algo más de estabilidad y se pudo aprovechar un poco el sector derecho, lo único más o menos seco del campo de juego.
Los del «Bocha» Fernando Batista siguieron con el mismo libreto: empujar con bombazos desde afuera buscando córners para ganar en lo alto. Rulli, voló una y otra vez con una atajada mejor que la otra. Hasta que, a los 20 del segundo tiempo, Soteldo logró escabullirse por la izquierda y lanzó el centro para Rondón. El goleador se impuso en la altura y clavó un cabezazo potente para igualar el juego.
Preocupado por el juego aéreo, el DT argentino apostó por Leo Balerdi y sacó a Giovani Lo Celso. Con tres centrales, se adelantaron los laterales y los de celeste y blanco empezaron a mostrar una mejor cara. La jugada más clara llegó de los pies de De Paul, con un gran pase dejó solo a Messi ante Romo, pero el arquero venezolano logró salvar su valla.
No hubo mucho más porque el campo de juego no lo permitió y al final Argentina terminó obteniendo un empate que, en una cancha demasiado difícil, no resulta tan malo.