Hubo contracción de 0,3% en octubre, según el Indec y la baja ya acumuló 0,5% en dos meses. La proyección de la city es que se ingresó en un período de dos trimestres que serán de caída de la actividad, por el ajuste fiscal, la restricción importadora y la baja del consumo
Tal lo esperado, la actividad económica volvió a caer durante octubre, lo que marcó el segundo mes consecutivo de freno en la producción. La contracción fue del 0,3% mensual. La economía ingresó, según el consenso de los analistas, en una nueva etapa de recesión, para la que se proyectan dos trimestres al hilo de baja. Aunque el PBI cerrará el año con una mejora promedio de más del 5%, superior a la esperada, para el 2023 las proyecciones son magras, por la combinación de ajuste fiscal, restricción importadora y consumo aletargado.
Para el promedio de las respuestas de los banqueros y analistas de la city del último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) realizado por el BCRA, en concreto, la baja del cuarto trimestre terminará en una del 1,1% y la del primer trimestre del 2023 en otra del 0,2%. Resta que se verifique en los hechos pero, si lo hace, será técnicamente recesión.
El Indec publicó el dato de actividad de octubre. Aunque el 2022 venía bien, y mejor de lo esperado, con cinco subas consecutivas entre abril y agosto, la tendencia cambió a partir de septiembre, por el ajuste fiscal, el impacto de la inflación en el consumo y la limitante cambiaria, con las restricciones a la importación como consecuencia principal, mostrando su impacto.
La caída mensual de 0,3% durante octubre se sumó a la de 0,2% que se había registrado en septiembre. Así, en comparación con agosto la baja acumulada es de 0,5%. Contra diciembre, sin embargo, sigue observándose un crecimiento, que es de 2,3%, aunque ahí también se va viendo un deterioro, ya que en agosto esa variación positiva era de 2,8%.
Desde ACM afirmaron: «Dado que se encuentran dificultades en términos productivos por las restricciones a las importaciones, se intentara retomar el camino de crecimiento mediante aumentos de la demanda. Como los últimos anuncios vistos sobre transferencias directas a las familias o planes de cuotas sin interés».
Y ahí efectivamente parece haber una clave: el consumo empezó a flaquear en octubre, según los últimos datos de recaudación tributaria en general y de IVA en particular. Y hacia allá apunta la política económica. Y es que el lado cambiario no da tregua: con una proyección del BCRA de que, cuando se termine el dólar soja, durante el verano, la venta de reservas va a rondar los USD1.000 millones mensuales, la posibilidad de liberar las importaciones luce cada vez menor. Por el contrario, se espera un endurecimiento de las restricciones, lo que tendrá, según lo esperado y aunque desde el Gobierno afirman que las empresas están sobrestockeadas, un impacto negativo en el PBI.
Desde LCG señalaron: «De cara a 2023, en un escenario de continuidad en el cual las restricciones y desequilibrios siguen latentes, proyectamos un crecimiento por debajo del 1% anual, en línea con el arrastre que deja este año. Las fuentes de crecimiento no abundarán. El escenario de continuidad pone un límite a la inversión haciendo prevalecer la figura de esperar y ver. La necesidad de seguir acumulando reservas demandará el sostén de los controles sobre las importaciones y flujos de capital, con impacto sectorial y en la inversión. En el marco de la convergencia fiscal que impone el acuerdo con el FMI, difícilmente el consumo público pueda ser el que genere la tracción. Y el aporte del consumo privado, con salarios que no sostienen el mismo ritmo de ajuste que los precios, será más bien anémico».
Fuente: BAE Negocios