El papa Francisco llegó esta mañana a Lisboa, donde le esperan alrededor de un millón de peregrinos de todos los continentes para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), un multitudinario evento para una Iglesia católica en plena reflexión sobre su futuro.
«Volveré [del viaje] rejuvenecido», afirmó el pontífice, de 86 años, a los periodistas que le acompañaban en el avión que aterrizó a las 09.45 locales (08.45 GMT) en el aeropuerto militar de Lisboa.
El jesuita argentino, que hace dos meses se sometió a una importante operación en el abdomen, recorrió en silla de ruedas la pista de aterrizaje, donde fue recibido por el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, y varias autoridades.
Su estilo directo y espontáneo le valió una fuerte popularidad entre los jóvenes, por lo que se espera que Jorge Bergoglio aborde en Lisboa temas importantes para esta generación, como la guerra en Ucrania, la ecología o la justicia social, en momentos en que la Iglesia católica enfrenta el desafío de la secularización en Europa.
Incluso, cientos de jóvenes se agolparon impacientes en el barrio de Belém, donde Francisco arrancará con las autoridades su cargada agenda para estos cinco días, para darle la bienvenida entonando cánticos como «Esta es la juventud del papa» y haciendo sonar sus tambores.
«Lo queremos mucho porque nos transmite el amor que Dios tiene hacia nosotros. Creo que lo fundamental es el carisma que tiene», indicó Byron Santiago Chojolar, un peregrino de 26 años llegado desde Guatemala.
«La diferencia con otros papas es que es latinoamericano», valoró de su lado Samuel Namaver, un estudiante estadounidense de 17 años, que aguardaba también para verle. «Le gusta el contacto, bromear, hace muchas referencias de fútbol (…) Sabe cómo llegar a nuestros corazones», agregó.
Según citó la agencia de noticias AFP, los organizadores esperan la participación de un millón de peregrinos en total en esta semana de encuentros festivos, culturales y espirituales que arrancó el martes con la misa de apertura en un céntrico parque de la ciudad.
En los últimos días, la capital portuguesa se llenó de coloridos grupos de jóvenes que portan banderas de todo el mundo por las calles de esta ciudad tomada ahora por la JMJ, en la que se movilizaron 16.000 efectivos de seguridad, protección civil y urgencias médicas para el evento.
A menos de dos meses de que comience en Roma una asamblea destinada a abordar el futuro de la Iglesia, la JMJ actuará también como barómetro sobre la posición de los jóvenes católicos hacia cuestiones como el trato a las personas LGTB+, el matrimonio de los sacerdotes o la posición de las mujeres.
Antes de su primer encuentro con los jóvenes el jueves, la agenda de Francisco estará dedicada el miércoles a las autoridades y al clero de este país donde el 80% de sus 10 millones de habitantes se definen católicos.
Francisco es el cuarto papa en visitar Portugal, donde ya estuvo en 2017, y podría aprovechar su estancia para abordar la delicada cuestión de los abusos sexuales a menores en la Iglesia, seis meses después de que una comisión de expertos independientes del país publicara un impactante informe.
El documento, difundido en febrero por encargo de la Conferencia Episcopal portuguesa, reveló que 4.815 menores habían sido víctimas de abusos sexuales en un contexto religioso desde 1950.
Según la Conferencia Episcopal portuguesa y el responsable del comité organizador local de la JMJ, el papa debe reunirse en privado con víctimas de estos abusos, aunque este encuentro no figura por el momento en el programa oficial.
El sábado, Francisco hará una rápida visita al santuario de Fátima (centro), antes de regresar a Lisboa para participar en una gran vigilia, y presidir la misa final al día siguiente.
Considerada la mayor reunión internacional de católicos, la JMJ fue creada en 1986 por iniciativa de Juan Pablo II y consiste en una serie de eventos festivos, culturales y espirituales.
Esta edición tenía que haberse celebrado en 2022, pero fue aplazada por la pandemia. (Télam)