La diferencia entre ingresos y productividad se ubica en sus máximos desde 2018, cuando se revirtió la tendencia donde los salarios venían acompañando la mejora empresaria.
La relación entre los salarios del sector privado y su productividad (valor agregado por persona ocupada) está en su peor momento desde 2018, momento en que se desató un espiral inflacionario que generó una fuerte transferencia de recursos del segmento laboral al empresario. La diferencia entre productividad y salarios supera ya los 15 puntos, medida en valores constantes, lo que genera un importante colchón de recursos para que los empresarios beneficiados por la escalada especulativa de precios otorguen mejoras salariales más sustantivas y frenan la remarcación de productos y servicios. Desde 2018 los salarios privados perdieron en participación agregada un 18 puntos, mientras que la productividad se mantuvo casi sin modificaciones.
Una de las variables que el sector empresario suele tomar en cuenta a la hora de discutir mejoras salariales es la productividad. De hecho, el latiguillo es atar esas mejoras entre sí. Por productividad se entiende la relación entre el valor agregado por cada trabajador o trabajadora y el ingreso por asalariado. Ambas permiten estimar la participación la distribución del ingreso. En esta relación se juegan distintas variables, como la inversión en maquinaria, los desarrollos técnicos de producción y, especialmente, el nivel de precios relativos.
La desmejora entre los salarios y la productividad, lejos de estar enlazadas, se inició en el segundo trimestre de 2018, cuando comenzó la espiral inflacionaria, a lo que se sumaba entonces la declinante generación de valor agregado que comenzó un año antes (2017). En junio de 2018 la inflación interanual superaba los 30 puntos. Ese año finalizó en 47,1 por ciento. En 2019 el índice de precios al consumidor cerró en 52,9 por ciento; mientras que en el 2020 se redujo a 34,1 por ciento. El año pasado finalizó en 51,4 por ciento y en agosto último se registró una inflación interanual de 79,1 por ciento.
Estas subas, con salarios que no acompañaron la escalada, generaron una fuerte transferencia de recursos hacia el sector empresario, lo que se refleja en un salto en la diferencia entre productividad e ingresos salariales.
“La reducción del salario real produjo una significativa caída de la participación de los asalariados en el ingreso a partir de 2018. A eso se sumó el aumento de la productividad a partir de 2021”, explica el panorama de septiembre del Centro de Investigación y Formación (Cifra-CTA).
“Comparando los primeros trimestres de cada año, entre 2017 y 2022 la caída de la remuneración al trabajo asalariado fue de 54,3 a 46,9 por ciento del valor agregado, es decir, una caída de 7,4 puntos porcentuales. Resaltan los casi 4 puntos que se perdieron entre 2020 y 2021. Por su parte, en el primer trimestre de 2022 se registró una leve recuperación (0,6 puntos respecto a igual período del año anterior)”, detalla el informe.
La contracara de la trayectoria del peso de los asalariados en el ingreso es la importante recomposición de los márgenes de ganancia. El excedente de explotación ascendió del 42,7 por ciento en el primer trimestre de 2017 al 47,8 por ciento del valor agregado del sector privado en el mismo período de 2022 (un aumento de 5,1 puntos porcentuales).
“Si bien esa tendencia se constata desde la crisis de la deuda que produjo el gobierno anterior, se intensificó a partir de 2021. A tal punto que el incremento fue de 6,7 puntos entre el primer trimestre de 2020 y mismo período de 2022”, señala el documento de Cifra-CTA. La aceleración del proceso inflacionario anuló la posibilidad de que se recuperen los salarios reales. Esto se suma a una política de ingresos moderada que se vio reflejada, por ejemplo, en las actualizaciones del salario mínimo y de los empleados públicos de los últimos años.
Fuente: El Destape